sábado, 7 de julio de 2012

Especial: “75 años de magia: volando alto”


Un día en el estacionamiento, Walt se encontró a Ward Kimball, uno de sus animadores prodigios y le contó la historia del nuevo largometraje, Dumbo. Lo que usualmente habría durado una hora y media, duro solo tres minutos. Así de simple y directa era Dumbo. La historia de un elefantito al estilo del Patito Feo que se redime a si mismo aprendiendo a volar sonaba ideal para ser una producción económica.

Walt Disney nombró a Ben Sharpsteen como director supervisor de Dumbo dándole instrucciones explicitas de evitar las indulgencias cometidas en Pinocho, Fantasía y Bambi. Sharpsteen se tomó su trabajo muy enserio. En lugar de los 240 dibujos por día, exigía 480. Durante la noche, esculcaba los dibujos de los animadores eliminando cualquiera que pudiera complicar la escena. A pesar de la agenda apretada (o tal vez a causa de ella) los animadores respondieron con un trabajo muy inspirado. Dumbo poseía una exuberancia que las películas previas no tenían, ya que ocurre en un circo, así que todo era color y fantasía.
La economía aplicada por Sharpsteen resultó en un filme de apenas sesenta y cuatro minutos, unos diez o veinte menos que las anteriores. La distribuidora RKO exigió a Disney hacerla más larga, pero Disney se negó, explicando que una historia tan frágil no podía ser alargada. Además, otros diez minutos podrían costar medio millón de dólares, un lujo que el estudio no podía permitirse.

Dumbo costó 800,000 dólares y regresó al estudio exactamente la misma cantidad. Con el paso de los años, los reestrenos y la mercancía, se puede decir que es la película que menos dinero ha perdido, y además una de las favoritas en el corazón del público. 

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