Sobre su nada exitosa Alicia en el País de
las Maravillas, Walt diría en 1963 “Creo que Alicia tuvo lo que se merecía. En
primer lugar yo nunca quise hacerla, pero todo mundo me decía que debería.
Trate de meterle un poco de sentimiento involucrando a Alicia con el Caballero
Blanco pero me dijeron que no podía meterme con un clásico así que dejamos todo
en el circo que ya conocen”
Ningún clásico parecía tan ideal para ser
tratado por Disney, y ninguno fue más caótico. Desde 1933, Walt había
coqueteado con Alicia, realizando cortos sobre ella con actrices reales,
comprando derechos de ilustraciones que solo servían para diseñar personajes.
No estaba pudiendo elevarse a su acostumbrada pasión por contar historias.
Simplemente no estaba disfrutándolo. Tampoco sus animadores cuando Alicia entró
en producción. La producción fue artificial y también el espíritu de la
película. Marc Davis decía que Alicia no les había dado mucho con que trabajar,
pues era solo la historia de una niña encontrándose con un idiota tras otro.
Walt culpaba al equipo de producción y ellos lo culpaban a él.
Sin embargo, años después Alicia se
convertiría en una película de culto, cuando la época psicodélica le añadió
otro significado. Ollie Jhonston reconoció ser abordado muchas veces con el
cuestionamiento curioso de si habían consumido sustancias adictivas al hacerla.
Disney había intentado lo imposible: agradar a los fans de Lewis Carroll y
hacer una película comercial. Ninguna de las dos ocurrió.
Los puristas británicos destrozaron a
Alicia, y las audiencias americanas no respondieron. Alicia en el Pais de las
Maravillas perdió un millón de dólares, borrando las ganancias de La
Cenicienta.
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