Una tarde de 1934, los animadores
regresaban al estudio Disney después de una cena en un café al otro lado de la
avenida Hyperion. Walt los había citado en el set y una vez que llegaron y se
sentaron alrededor de él, Walt comenzó a contarles la historia de Blancanieves
y los siete enanos, actuando cada escena y dialogo, hasta que, después de dos
horas, los animadores estaban al borde de las lágrimas. “Ese va a ser nuestro
primer largometraje”, anunció Walt.
La idea de Blancanieves y los siete enanos
se había estado gestando en la mente de Disney por varios años. Walt había
esperado con impaciencia el momento de escapar de las caricaturas de 8 o 9
minutos para contar una historia completa, como los demás estudios de Hollywood
hacían. Además, aunque Mickey Mouse era ya una estrella internacional a la
altura de Charlie Chaplin o Greta Garbo, no generaba las mismas ganancias que
ellos, por solo aparecer unos minutos en pantalla. Roy Disney acepto con
reservas financiar el proyecto de su hermano con un presupuesto muy bajo.
Disney comenzó a reclutar talento y animadores, dibujantes, artistas
comerciales y arquitectos de todos los Estados Unidos, arrastrados por la
crisis económica se presentaron a ser entrenados en el arte de la animación.
Después de ocho semanas, los novatos
comenzaron a unirse a los animadores experimentados y la producción de la
historia de la princesa blanca como la nieve echó a andar. Walt dio prioridad a
la historia, reuniéndose diario con los escritores y animadores. El reto de
crear una historia solida de 83 minutos, con personajes entrañables, integrando
los chistes visuales característicos del estudio era algo nuevo para todos. No
se imaginaban lo que estaba por venir.
Pero esta historia no trataba solo sobre
una princesa. Había siete enanos. Ellos darían soporte a la historia. Ellos
eran la clave del éxito. No te pierdas la próxima entrega.
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