SPOILERS
La verdad, creí que Saving Mr. Banks sería sólo chistes
sencillos y uno que otro momento tierno. Satisfactoriamente, es más adulta, más
emotiva y más divertida de lo que esperaba.
Y El Sueño de Walt es el peor título que se les pudo ocurrir aquí.
La historia retrata el tiempo que
la escritora Pamela Lyndon Travers, luego de reistir 20 años de insistencia y de
encontrarse en una situación económica difícil, viajó a a los estudios Disney en Los Ángeles para
supervisar lo que deseaban hacer con Mary
Poppins, su obra más reconocida, y decidir si cedía o no los derechos para
la adaptación. Esto se intercala con flashbacks de su niñez y la fuerte
relación con su padre Travers Robert Goff. No se centra en Walt; es más, el
aparece menos en pantalla de lo que se podría esperar.
Travers, en una espectacular
interpretación de Emma Thompson, arrebata la misma cantidad de maldiciones que
de risas por parte del público: es mal educada, odiosa, quejinche y vieja bruja.
Pero su actitud se justifica mientras la conocemos de niña.
Me gustan los padres de Pamela, me gustan los hermanos Sherman y
me gusta Paul Giamatti como el chofer.
Quizá sea Walt el personaje que
se siente menos aterrizado, pero también es que esta no es su historia (ni su
sueño), sus intervenciones en realidad son pocas y enteramente en relación con
Pamela, aunque está bien presentado.
Desde 2007, la Walt Disney
Company tiene la política de no mostrar personajes fumando en sus películas con
clasificación menor a R, a no ser que sirva para decir que el tabaco es malo
para la salud, y eso aplicaba para el mismísimo Walt, fumador empedernido. Se
le ve apagar un cigarrillo en su oficina mientras dice —No permito que me vean
fumar, no quiero promover malos hábitos— (Já). Por la fecha en que se sitúa la
acción principal, no hay referencias directas a su cáncer, que se llevaría su
vida unos años después; sin embargo, en varias ocasiones se le oye una tos horrible. Se agradecen los guiños a la vida de Walt, aunque me habría encantado la
aparición, y no sólo menciones, de Roy y especialmente de sus hijas (con tanto
hablar de “una promesa a mis hijas” habría sido bueno mostrarlas viendo por fin
la Mary Poppins que tanto querían).
Mi mayor queja sería la poca
participación del importantísimo personaje de la tía (quien finalmente inspira
a Mary Poppins y a la misma P. L. Travers), y el modo en que tenemos los
flashbacks, apareciendo sin más, con un ritmo poco fluido; excepto el del discurso de Travers estando
ebrio, que se dispara con la canción Invertir
y ambas cosas están tan conectadas que tienen la misma letra (magnífico).
Por los demás, la película es un
gran acierto. No duda en mostrar a un hombre profundamente amoroso con su hija
pero que se degrada en el alcoholismo o referir que Elias Disney golpeaba a su
hijos. Una escena en particular me tuvo con las uñas enterradas en el asiento,
cuando la madre entra al río para suicidarse y Pamela sólo dice —Ya es hora de
volver a casa, mamá—; en ese momento la niña no sabía qué era lo que estaba pasando.
El final es perfecto. Me encanta
cómo ella llega al estreno, el chofer le dice que esa es su noche… y absolutamente nadie le hace caso; entrevistan a
Walt y lo rodean las luces de las cámaras mientras la creadora de Mary Poppins camina
sola, hasta que Mickey le ofrece el brazo. Después, reacciona a lo que han
hecho con sus personajes y se deshace en lágrimas.
Sabemos cómo terminó la historia:
no quedo satisfecha y prohibió que cualquier americano adaptara al cine
cualquier otra de sus obras, pero la película fue un éxito y es amada por
diferentes generaciones (es prueba la sala de cine llena de adultos que
cantaban las canciones durante este “detrás de cámaras”). Y el señor Banks fue
redimido, fue salvado.
Mary Poppins no viene a salvar a los niños… viene a salvar al padre.
Saving Mr. Banks es una verdadera comedia dramática, genuinamente
divertida y genuinamente emotiva por igual.
Ah, y no hay que marcharse en los
créditos, que para rematar nos regalan fragmentos de las grabaciones reales de
Travers en el estudio.